La Magia de la Fotografía Analógica
En este post te cuento mi experiencia con la fotografía analógica: desde recuerdos de infancia hasta el redescubrimiento de mi cámara Canon AE1 en las calles de Barcelona.
Andrea Rodríguez
11/5/20242 min leer


El Comienzo de mi Aventura con la fotografía analógica
Creo que muchos de nosotros tuvimos contacto con la fotografía analógica cuando éramos pequeños. En mi caso, que nací en el 91, gran parte de mi infancia transcurrió rodeada de cámaras analógicas, especialmente en viajes y ocasiones especiales con mi familia. Al crecer, en los 2000, las cámaras digitales comenzaron a popularizarse y durante mi adolescencia todo se volvió digital. Esto nos alejó del mundo analógico, haciéndonos olvidar muchas de sus peculiaridades, tanto las cosas buenas como las cosas no tan buenas.
Cuando me mudé a Barcelona en 2014, llevé conmigo una de las cámaras analógicas de mi mamá: una Canon AE1. Al principio, no le presté mucha atención. Sin embargo, un par de años después, pasé por una tienda de fotografía donde vendían carretes y decidí comprar el más barato para probarla. La llevé conmigo en varios paseos, pero con el tiempo, la dejé de lado. Me quedaban solo cinco o seis fotos por disparar y poco a poco la fui olvidando, tanto que pasaron cinco años. La tenía como decoración, con el carrete adentro, pendiente de acabarlo.
Un día, finalmente decidí salir a disparar esas últimas fotos. La mezcla de emoción y expectativa mientras esperaba el revelado era indescriptible. ¿Qué saldría de ese carrete? Ya ni recordaba a qué sitios había llevado la cámara ni qué momentos había capturado. El revelado llegó al día siguiente en un mail. Algunas estaban mal expuestas (no sabía muy bien cómo funcionaba el fotómetro o si estaba bien) y otras tenían light leaks y veladuras, así es como me di cuenta de que no estaba bien sellada. Me propuse investigar cómo arreglarla y cambiar los sellos. Lo hice y, hasta el día de hoy, se ha convertido en una de mis cámaras análogas favoritas.






La fotografía analógica nos hace valorar el proceso fotográfico de una manera única. Al tener solo 24 o 36 fotos, nos obliga a ser más pacientes y a observar nuestro entorno con atención. Cada imagen es especial, donde el grano, los colores y hasta los errores se convierten en parte de la experiencia.
Otro aspecto que me encanta es el revelado. Viajar con una cámara análoga es como llevar pequeños tesoros en mi mochila. No sé exactamente lo que he capturado hasta que regreso a casa y revelo los rollos. Esa anticipación es parte del encanto que la fotografía análoga ofrece.
Con cada viaje, no solo cambio mi enfoque como fotógrafa, sino también mi relación con los lugares que visito. La fotografía analógica me hace vivir el momento, disfrutar lo pasajero y celebrar las sorpresas.





